4 March 2024  /  María Arévalo

La teoría del apego fue desarrollada por el psiquiatra británico John  Bowlby (1960), quien creía que la forma en que los padres se relacionan con el  bebé en los primeros años de vida marca la vida de esa persona, y por lo tanto  su forma de relacionarse (haciéndose visible en los miedos o inseguridades del  adulto).  

Hay que tener en cuenta que el tipo de apego que la persona haya tenido  en su infancia con sus cuidadores influye en: la personalidad, la manera de  actuar, de relacionarse, de expresar y gestionar emociones, incluso en la  elección de la futura pareja.  

Dada la gran importancia del apego en la vida de las personas, me  gustaría profundizar en este tema. Para ello, vamos a empezar describiendo lo  que es el apego. 

¿Qué es el apego? 

El apego es un vínculo emocional profundo entre dos personas, y se  establece en los primeros años de vida entre el bebé y sus cuidadores (adquiere  especial importancia en el primer año de vida, al ser el momento en el que el  bebé pasa más tiempo con sus cuidadores estableciéndose el vínculo de apego 

y aparece el miedo a los desconocidos). El apego tiene como objetivo garantizar  la seguridad, el cuidado, el bienestar físico y emocional del bebé, así como la  formación de su personalidad. 

Así cuando los padres responden a las necesidades de su hijo, no solo a  las de alimentación y aseo, sino también al contacto físico, la seguridad y el  consuelo ante una amenaza para calmar la angustia se establece un apego  seguro, ya que el niño se permite explorar el mundo sin miedo y con la  tranquilidad de que su cuidador lo va a proteger, lo que tiene un impacto positivo  en el desarrollo psicológico del niño.  

Tipos de apego 

Según la forma en que los padres se relacionan con los hijos, existen 4  tipos de apego:

  1. Apego seguro 
  • Se caracteriza por la incondicionalidad, sería como una especie de lealtad de  los padres hacia el bebé, de manera que el niño capta que su cuidador  siempre va a estar ahí y no le va a abandonar. 
  • Se siente querido, atendido, valorado y aceptado tal y como es. Según Bowlby, el apego seguro se consigue cuando existe una entrega total  del cuidador, el cual destaca en su constancia y la rapidez a la hora de cubrir  las necesidades del bebé.  
  • Cuando sus padres se van del espacio físico se enfadan, pero se ponen  contentos cuando los ven de nuevo, consiguiendo calmarse rápidamente. Buscan a los padres cuando sienten miedo o frustración, porque saben que  sus necesidades van a ser cubiertas. 

Los adultos con apego seguro tienden a: 

Establecer relaciones duraderas y basadas en la confianza. Expresan con facilidad sus emociones y necesidades. 

Tienen buena autoestima. 

Buscan apoyo social. 

No tienen miedo al abandono. No viven con la preocupación constante de  que sus parejas los dejen. 

Se sienten correspondidos en sus relaciones. 

Ante una separación la aceptan y transitan el dolor. 

Disfruta con la pareja, pero también sabe darse y darle sus espacios. 

  1. Apego evitativo. 
  • Los niños han aprendido que no pueden recurrir a sus padres porque no han  estado disponibles cuando los han necesitado. 
  • Son niños a los que no se les ha cubierto sus necesidades, no se les ha  prestado atención cuando estaban enfermos, eran rechazados cuando  lloraban. Por eso, aprenden a reprimir el instinto de buscar a sus padres para  que los consuelen. 
  • Evitan vínculos demasiado estrechos. 
  • Pueden parecer independientes (puede confundirse con seguridad).
  • No suelen buscar apoyo en momentos de estrés. 
  • No son cariñosos con sus progenitores. 

Los adultos con apego evitativo tienden a: 

Rechazar vínculos estrechos (suelen tener relaciones superficiales porque  hay miedo al compromiso). 

No expresan lo que sienten (es como si no lo necesitaran). Pueden parecer  personas distantes y frías. 

Se implican poco en sus relaciones, llegando a tener dificultades para apoyar  emocionalmente a los demás (si no saben gestionar sus emociones, es difícil  que sepan identificar las de los demás). Ej. Las parejas de estas personas  reclaman más intimidad e implicación dentro de la relación. 

Cuando una relación termina sienten poca angustia. 

  1. Apego ansioso. 
  • El niño no confía en sus cuidadores y vive con miedo continuo al abandono  debido a que sus padres unas veces están y otras no (baja disponibilidad de  los padres). 
  • El miedo y la angustia es frecuente cuando los padres se van. Sin embargo,  cuando los padres regresan no se calman con facilidad. 

Los adultos con apego ansioso tienden a: 

Sentir miedo al abandono. 

Están muy preocupados de si la pareja los quiere. Tienen miedo a no ser  correspondidos. 

Necesitan mucho afecto y vinculación. 

A veces, por mucho que reciban de la pareja nunca es suficiente. Basan su felicidad en la relación de pareja. Por eso necesitan estar en pareja. Crean relaciones de dependencia. 

Buscan la aprobación de los demás. 

  1. Apego desorganizado. 
  • Es una mezcla entre el apego ansioso y el evitativo.
  • Se producen respuestas contradictorias en el niño, por un lado, puede buscar  cercanía con el cuidador y por otro, sentir miedo hacia este. 
  • En este tipo de apego hay conductas negligentes y traumáticas como  abandono a edades tempranas o abusos. 
  • Pueden tener conductas de ira, reacciones impulsivas, romper juguetes, etc.  Esto se debe a que no han sabido gestionar sus emociones y suelen  expresarlo de forma negativa. 
  • Tienen dificultades para conectar con sus cuidadores y con otras personas. Los adultos con apego desorganizado tienden a: 
  • Tener relaciones inestables basadas en el amor-odio. 
  • Vuelve a ponerse de manifiesto la incongruencia porque no hay conexión  entre lo que hace y lo que siente. Por un lado, tienen miedo al abandono,  pero por otro no saben establecer vínculos ni mantenerlos. 
  • Desconfían de todos. 

¿Es posible cambiar el estilo de apego? 

Si. Es importante tener en cuenta que, en cualquier vínculo, nuestra  conducta se ve influida por el comportamiento del otro. Con esto quiero decir,  que aquellos niños que no hayan tenido un apego seguro en su infancia pueden  encontrarse con personas que le ayuden a vincularse de forma sana a lo largo  de su vida. Esas personas pueden ser amigos, familia extensa, vecino,  profesor@, pareja, un profesional, etc. 

También es cierto, que a día de hoy existen otros factores que influyen en  el establecimiento de esos primeros lazos como es la dificultad para conciliar la  vida familiar y la laboral. 

¿Cómo saber si estamos educando con un apego seguro? 

  1. Es importante ver si existe un vínculo emocional fuerte entre el cuidador y  el niño: Tener un vínculo fuerte no significa que exista dependencia, sino que  el niño te busque para contarte como se siente o lo que necesita, y sobre todo  que se sienta seguro y cómodo al verbalizarlo.
  2. Analiza cómo actúa el niño cuando se siente angustiado y necesita  consuelo. Un niño con apego seguro busca al cuidador y al entrar en contacto  con él se calma rápidamente.  

Por ejemplo, los niños con apego evitativo no se oponen a las muestras de  atención del cuidador, pero tampoco buscan consuelo en él. Y los niños con  apego ansioso muestran angustia cuando se separan del cuidador, pero no  obtienen consuelo cuando el cuidador vuelve. 

  1. Los niños con apego seguro exploran el entorno sin miedo, y experimentan  de forma independiente teniendo la seguridad de que pueden recurrir al  cuidador en caso de necesitar apoyo. 
  2. Es importante observar cómo el niño gestiona sus emociones: los niños  con apego seguro suelen identificar sus emociones de forma adecuada y las  expresan de forma correcta. 

¿Cómo podemos desarrollar el apego seguro? 

La forma en la que el niño se vincula con su entorno es un reflejo de cómo  el cuidador se relaciona con él. ¿Cómo puede contribuir el cuidador a que el  niño tenga un apego seguro? 

  1. Tenemos que partir de la base de que el cuidador es la figura de referencia del niño y por lo tanto se convierte en su guía. Por ello, los cuidadores tienen  como objetivo velar por la seguridad del niño (no solo a nivel físico, sino  también a nivel psicológico) y para ello deben generar un ambiente  predecible, es decir, el niño tiene que saber con lo que se va a encontrar  cada día. Por eso hay que establecer rutinas y hay que animarlo a que  explore el entorno proporcionándole la seguridad de que el cuidador va a  estar ahí en cualquier momento que lo necesite. 
  2. La clave está en que el niño debe encontrar al cuidador siempre que lo  necesite.  

– El cuidador tiene que cubrir rápido las demandas del niño.  – Y es importante validar todo lo que el niño exprese. No se debe ignorar  las necesidades ni emociones del niño. Ej. Si el niño llora hay que  permitírselo (No decir: NO SE LLORA).

– No aplicar el castigo físico ni el emocional (no ignorar al niño cuando  habla, no mirarlo, no atenderlo). Con eso se genera ansiedad en el niño. 3. No se debe sobreproteger al niño: Hay que tener cuidado con los miedos  que se le transmiten a los niños (Las madres y padres asustadizos que  continuamente dicen “ten cuidado”, “eso no lo hagas”, “a ver si te vas a caer”,  “no te separes de mi”). 

Hay que estimularlos y dejarlos que descubran el entorno. El juego puede ser  una buena manera de hacerlo. 

4. Hay que fomentar una comunicación fluida y sana, ya que es importante la  forma en la que el cuidador se dirige al niño: no hablar a voces, ni con insultos,  ni etiquetas; ser cariñoso tanto físicamente como en la forma de hablarle,  debe sentirse escuchado, comprendido, valorado, reforzado.