LOS PROBLEMAS QUE CONLLEVA REPRIMIR LO QUE SENTIMOS
Vamos a comenzar leyendo un relato de Gonzalo Hervás (Psicólogo y profesor de Psicología Clínica de la Universidad Complutense de Madrid. Está especializado en el área emocional y se ha centrado en trabajar la regulación emocional entre otros muchos aspectos).
El relato de Gonzalo Hervás que vamos a leer a continuación titulado <<El mensajero emocional>> explica muy bien el funcionamiento de las emociones y la importancia de la gestión emocional.
El mensajero emocional
Tenemos un chico, el mensajero. La compañía le transmite su misión de forma muy clara: “Te daremos una serie de paquetes que contienen mensajes y tienes que entregarlos a tiempo y asegurarte que su destinatario los abra y los lea. Como veamos que no cumples tu misión, te despediremos”.
El mensajero tiene una motivación bastante alta para que nosotros recibamos los mensajes, y por tanto, los paquetes. Y al principio viene relajado, con una sonrisa. No tiene por qué desconfiar. Según el día, nos trae paquetes con un envoltorio de color rojo o azul, no es muy difícil imaginar lo que significa cada color. Mientras nos llegan una gran mayoría de paquetes azules, todo va como la seda. Recibimos al mensajero con ilusión, corremos a abrir la puerta, y escuchamos todos los mensajes en el quicio de la puerta. Después, a veces, nos tomamos algo con el mensajero en nuestro salón. Estamos encantados con él porque le consideramos en parte responsable, aunque no lo sea, de todas las buenas noticias que nos trae.
Todo cambia, por desgracia, cuando en una época complicada empiezan a llegarnos paquetes rojos en grandes cantidades. Al principio, bajamos y abrimos al mensajero con pereza, pero bajamos. Al poco empezamos a protestar. Y a las pocas semanas, cuando desde la planta de arriba vemos llegar al mensajero con muchos paquetes rojos pensamos: “¡Cuántas cosas tengo que hacer, ya bajaré después!”. El mensajero, sorprendido, empieza a llamar al timbre. Y nosotros respondemos poniendo la música un poco más alta. El mensajero, deja los paquetes en la puerta, esperando que bajarás después a por ellos. Pero al día siguiente ve que siguen ahí. Y además trae nuevos paquetes. La mayoría rojos, por supuesto. Es lo que le encargan, él no tiene la culpa, y no olvidemos, se está jugando su puesto de trabajo. Al principio llama insistentemente y nada más; pero según pasan los días, llamará más y más fuerte.
¿Y eso qué quiere decir? Fácil, nuestras reacciones emocionales se vuelven más intensas cuanto más tiempo llevemos evitándolas.
Cuando el mensajero ve que nadie responde en varias semanas, empezará a hacer visitas por la noche, suponiendo que en ese caso no hay excusas para no abrir la puerta. Nadie está tan ocupado de noche. Y esto se traduce en pesadillas y otras alteraciones del sueño.
Y esto es sólo el principio. Este mensajero tiene muchos recursos y si aporreando la puerta no consigue su objetivo, en un momento de desesperación intentará tirar la puerta abajo. Si un día, lo consigue, parecerá que todo explota en el momento menos pensado. Y perderemos el control, es decir, sufriremos un súbito desbordamiento que podría acabar en un ataque de pánico. Pero si sois previsores, habréis atrancado bien la puerta para evitar que el mensajero la tire abajo. Esto genera otro problema adicional, al bloquear la puerta evitamos los molestos paquetes rojos, pero dejamos de recibir también paquetes azules. Adiós a las emociones agradables. Y eso implica menos disfrute, menos ilusión, y menos energía.
Nuestro mensajero no ceja en su empeño de entregar los paquetes pendientes. ¿Qué intentará ahora? Por ejemplo, tratar de colar por la ventana de arriba los paquetes atados a piedras. En la vida real, estos son los pensamientos automáticos o pensamientos rumiativos, pegajosos, de esos que no se van fácilmente. Y si aun así seguimos sin dignarnos a bajar a abrir -algo que empieza a ser comprensible dado que se puede intuir que el reencuentro con el mensajero va a ser muy áspero-, éste empezará a usar técnicas más agresivas (taladradoras, gases lacrimógenos, cortar la luz, etc.). Esto son las cosas que sentimos físicamente. Ese dolor de tripa, esa dermatitis, esa contractura… ¿de dónde vienen? Pues ya lo sabes, es el mensajero.
Y hay que recordar algo muy importante. Como apuntábamos antes, el mensajero no te exige que te comportes de acuerdo a la emoción, que es lo que muchas veces nos preocupa: “Es que si abro la agresividad verás cómo al final acabo haciendo cosas de las que me arrepiento”. Quizá eso te haya pasado, pero no funciona así: el mensajero quiere que abras el paquete y entiendas lo que dice, aunque luego tú decidas actuar de una forma diferente. Lo importante es recoger el mensaje, y entenderlo, pero no es necesario asumir lo que dice.
En resumen, este mensajero puede estar alegre y tener una relación muy buena con nosotros o puede tener una relación horrible, de absoluto conflicto. Cuanto mejor es esa relación, cuando el mensajero es siempre bienvenido y se encuentra la puerta abierta, las emociones van a ser mucho menos dañinas, incluso hasta suaves.
Conclusiones:
- Las emociones tienen que ser escuchadas. No podemos ser inmaduros y escuchar solo las que nos interesan.
- Todas las emociones nos quieren enseñar algo.
- Toda aquella emoción que reprimimos adquiere más fuerza porque quiere ser escuchada. Cada vez irá apareciendo con más fuerza hasta que la escuchemos y los síntomas cada vez serán más desagradables. → Empiezan las somatizaciones.
- El nivel de ocupación de nuestro día a día nos impide escuchar a nuestras emociones, pero el silencio de la noche nos obliga a escucharlas y a conectar con nuestros pensamientos y nuestro malestar.
- No querer escuchar las emociones desagradables empieza a generar un bloqueo emocional que también nos impide escuchar las agradables. 6. En muchas ocasiones no queremos escuchar a las emociones porque no sabemos gestionarlas. Hay miedo, pero si aprendes a gestionar la emoción esta no se apodera de ti.
El mensajero no te exige que te comportes de acuerdo a la emoción, que es lo que muchas veces nos preocupa. El mensajero quiere que abras el paquete y entiendas lo que dice, aunque luego tú decidas actuar de una forma diferente.
¿Qué significa reprimir emociones?
Reprimir emociones significa evitar, ignorar o disimular nuestras emociones.
Esto implica desgaste físico y mental porque sería como nadar un río a contracorriente. Esta actitud desgasta más que sentir la emoción.
Consecuencias de reprimir emociones
- Explosiones: como dijimos en el programa anterior la acumulación de tensión y ansiedad desemboca en irritabilidad continua o ataques de ansiedad, lo que empieza a afectarnos a nosotros y a nuestro entorno.
- Somatizaciones: significa que aquellas emociones reprimidas se nos manifiestan con síntomas físicos. Ej. Dolor de cabeza, de cuello, apretamos la mandíbula y eso está relacionado con dolores de cabeza, contracturas, problemas de barriga (vómitos, estreñimiento, diarrea, úlceras…), caída del
pelo (incluso llegando a provocar pérdida total del cabello en algunas zonas), acné (el estrés aumenta el cortisol y la testosterona y eso es lo que provoca el acné), problemas de tensión… El sistema inmunitario se debilita y somos más propensos a infecciones de orina, resfriados, herpes, problemas en la piel como psoriasis, eccemas, etc.
- Problemas para dormir: inicio o mantenimiento.
- Pensamientos obsesivos: al estar mal y no dormir la mente se colapsa y aparecen muchos pensamientos negativos difíciles de controlar. • Utilizar estrategias de evasión como el consumo de drogas (alcohol, u otras sustancias), ansiolíticos…
Todo aquello que no es tratado a tiempo puede desembocar en cuadros de ansiedad y depresión.
¿Qué podemos hacer?
– Si te has dado cuenta de que tiendes a huir de las emociones desagradables y quieres trabajarlo, lo primero que tienes que entender es que es un proceso que requiere tiempo y paciencia.
– No hay que tener miedo a las sensaciones desagradables, porque al igual que las agradables quieren decirnos algo. Intenta averiguar qué quiere decirte lo que estás sintiendo, escucha la emoción.
– Cuando experimentes una emoción permítete sentirla y aceptarla, y no la intentes quitar.
– Por último, aprende a gestionarlas.