24 May 2024  /  María Arévalo

Vamos a comenzar leyendo un relato de Gonzalo Hervás (Psicólogo y  profesor de Psicología Clínica de la Universidad Complutense de Madrid. Está  especializado en el área emocional y se ha centrado en trabajar la regulación  emocional entre otros muchos aspectos). 

El relato de Gonzalo Hervás que vamos a leer a continuación titulado <<El  mensajero emocional>> explica muy bien el funcionamiento de las emociones y  la importancia de la gestión emocional. 

El mensajero emocional 

Tenemos un chico, el mensajero. La compañía le transmite su misión de forma muy  clara: “Te daremos una serie de paquetes que contienen mensajes y tienes que  entregarlos a tiempo y asegurarte que su destinatario los abra y los lea. Como veamos  que no cumples tu misión, te despediremos”. 

El mensajero tiene una motivación bastante alta para que nosotros recibamos los  mensajes, y por tanto, los paquetes. Y al principio viene relajado, con una sonrisa. No  tiene por qué desconfiar. Según el día, nos trae paquetes con un envoltorio de color rojo  o azul, no es muy difícil imaginar lo que significa cada color. Mientras nos llegan una  gran mayoría de paquetes azules, todo va como la seda. Recibimos al mensajero con  ilusión, corremos a abrir la puerta, y escuchamos todos los mensajes en el quicio de la  puerta. Después, a veces, nos tomamos algo con el mensajero en nuestro salón.  Estamos encantados con él porque le consideramos en parte responsable, aunque no  lo sea, de todas las buenas noticias que nos trae. 

Todo cambia, por desgracia, cuando en una época complicada empiezan a llegarnos  paquetes rojos en grandes cantidades. Al principio, bajamos y abrimos al mensajero con  pereza, pero bajamos. Al poco empezamos a protestar. Y a las pocas semanas, cuando  desde la planta de arriba vemos llegar al mensajero con muchos paquetes rojos  pensamos: “¡Cuántas cosas tengo que hacer, ya bajaré después!”. El mensajero,  sorprendido, empieza a llamar al timbre. Y nosotros respondemos poniendo la música  un poco más alta. El mensajero, deja los paquetes en la puerta, esperando que bajarás  después a por ellos. Pero al día siguiente ve que siguen ahí. Y además trae nuevos  paquetes. La mayoría rojos, por supuesto. Es lo que le encargan, él no tiene la culpa, y  no olvidemos, se está jugando su puesto de trabajo. Al principio llama insistentemente  y nada más; pero según pasan los días, llamará más y más fuerte.

¿Y eso qué quiere decir? Fácil, nuestras reacciones emocionales se vuelven más intensas cuanto  más tiempo llevemos evitándolas

Cuando el mensajero ve que nadie responde en varias semanas, empezará a hacer  visitas por la noche, suponiendo que en ese caso no hay excusas para no abrir la  puerta. Nadie está tan ocupado de noche. Y esto se traduce en pesadillas y otras  alteraciones del sueño. 

Y esto es sólo el principio. Este mensajero tiene muchos recursos y si aporreando la  puerta no consigue su objetivo, en un momento de desesperación intentará tirar la  puerta abajo. Si un día, lo consigue, parecerá que todo explota en el momento menos  pensado. Y perderemos el control, es decir, sufriremos un súbito desbordamiento que  podría acabar en un ataque de pánico. Pero si sois previsores, habréis atrancado bien  la puerta para evitar que el mensajero la tire abajo. Esto genera otro problema adicional,  al bloquear la puerta evitamos los molestos paquetes rojos, pero dejamos de  recibir también paquetes azules. Adiós a las emociones agradables. Y eso implica  menos disfrute, menos ilusión, y menos energía. 

Nuestro mensajero no ceja en su empeño de entregar los paquetes pendientes. ¿Qué  intentará ahora? Por ejemplo, tratar de colar por la ventana de arriba los paquetes  atados a piedras. En la vida real, estos son los pensamientos automáticos o  pensamientos rumiativos, pegajosos, de esos que no se van fácilmente. Y si aun así  seguimos sin dignarnos a bajar a abrir -algo que empieza a ser comprensible dado que  se puede intuir que el reencuentro con el mensajero va a ser muy áspero-, éste  empezará a usar técnicas más agresivas (taladradoras, gases lacrimógenos, cortar la  luz, etc.). Esto son las cosas que sentimos físicamente. Ese dolor de tripa, esa  dermatitis, esa contractura… ¿de dónde vienen? Pues ya lo sabes, es el mensajero. 

Y hay que recordar algo muy importante. Como apuntábamos antes, el mensajero no  te exige que te comportes de acuerdo a la emoción, que es lo que muchas veces  nos preocupa: “Es que si abro la agresividad verás cómo al final acabo haciendo cosas  de las que me arrepiento”. Quizá eso te haya pasado, pero no funciona así: el  mensajero quiere que abras el paquete y entiendas lo que dice, aunque luego tú  decidas actuar de una forma diferente. Lo importante es recoger el mensaje, y  entenderlo, pero no es necesario asumir lo que dice. 

En resumen, este mensajero puede estar alegre y tener una relación muy buena con  nosotros o puede tener una relación horrible, de absoluto conflicto. Cuanto mejor es esa  relación, cuando el mensajero es siempre bienvenido y se encuentra la puerta abierta,  las emociones van a ser mucho menos dañinas, incluso hasta suaves.

Conclusiones: 

  1. Las emociones tienen que ser escuchadas. No podemos ser inmaduros y  escuchar solo las que nos interesan.  
  2. Todas las emociones nos quieren enseñar algo. 
  3. Toda aquella emoción que reprimimos adquiere más fuerza porque quiere ser  escuchada. Cada vez irá apareciendo con más fuerza hasta que la  escuchemos y los síntomas cada vez serán más desagradables. Empiezan  las somatizaciones. 
  4. El nivel de ocupación de nuestro día a día nos impide escuchar a nuestras  emociones, pero el silencio de la noche nos obliga a escucharlas y a conectar  con nuestros pensamientos y nuestro malestar. 
  5. No querer escuchar las emociones desagradables empieza a generar un  bloqueo emocional que también nos impide escuchar las agradables. 6. En muchas ocasiones no queremos escuchar a las emociones porque no  sabemos gestionarlas. Hay miedo, pero si aprendes a gestionar la emoción  esta no se apodera de ti.  

El mensajero no te exige que te comportes de acuerdo a la emoción, que es lo  que muchas veces nos preocupa. El mensajero quiere que abras el paquete y  entiendas lo que dice, aunque luego tú decidas actuar de una forma diferente

¿Qué significa reprimir emociones? 

Reprimir emociones significa evitar, ignorar o disimular nuestras  emociones. 

Esto implica desgaste físico y mental porque sería como nadar un río a  contracorriente. Esta actitud desgasta más que sentir la emoción. 

Consecuencias de reprimir emociones 

  • Explosiones: como dijimos en el programa anterior la acumulación de  tensión y ansiedad desemboca en irritabilidad continua o ataques de  ansiedad, lo que empieza a afectarnos a nosotros y a nuestro entorno. 
  • Somatizaciones: significa que aquellas emociones reprimidas se nos  manifiestan con síntomas físicos. Ej. Dolor de cabeza, de cuello, apretamos  la mandíbula y eso está relacionado con dolores de cabeza, contracturas,  problemas de barriga (vómitos, estreñimiento, diarrea, úlceras…), caída del 

pelo (incluso llegando a provocar pérdida total del cabello en algunas zonas),  acné (el estrés aumenta el cortisol y la testosterona y eso es lo que provoca  el acné), problemas de tensión… El sistema inmunitario se debilita y somos  más propensos a infecciones de orina, resfriados, herpes, problemas en la  piel como psoriasis, eccemas, etc. 

  • Problemas para dormir: inicio o mantenimiento. 
  • Pensamientos obsesivos: al estar mal y no dormir la mente se colapsa y  aparecen muchos pensamientos negativos difíciles de controlar. Utilizar estrategias de evasión como el consumo de drogas (alcohol, u  otras sustancias), ansiolíticos… 

Todo aquello que no es tratado a tiempo puede desembocar en cuadros  de ansiedad y depresión. 

¿Qué podemos hacer? 

Si te has dado cuenta de que tiendes a huir de las emociones desagradables  y quieres trabajarlo, lo primero que tienes que entender es que es un proceso  que requiere tiempo y paciencia. 

No hay que tener miedo a las sensaciones desagradables, porque al igual  que las agradables quieren decirnos algo. Intenta averiguar qué quiere  decirte lo que estás sintiendo, escucha la emoción. 

Cuando experimentes una emoción permítete sentirla y aceptarla, y no la  intentes quitar. 

Por último, aprende a gestionarlas.